El helado más sabroso que jamás he vuelto a probar.
Hay ciertas cosas que no cambiaría por nada, era una combinación de sabores, era la sencillez más absoluta, era que de la nada porque realmente era nada, hacer algo distinto, novedoso y tanto que a día de hoy lo recuerdo como ayer.
Hablo de los helados “polo” de la sencillez más absoluta insisto, me acuerdo de ir corriendo, descalza, donde la vecina de al lado de mi casa, que lo vendía y comprarlo incluso sin estar congelado, simplemente era el sabor. Era el agua ese frio que transformaba los 50 grados en menos, y sin duda ninguna ese momento era mágico. Mágico es también, contemplar a día de hoy esas caras de otros niños que se iluminan, disfrutan y saborean como si de un helado italiano se tratase, y poco le tiene que envidiar os lo aseguro. Ver como mi vecina a la última hora de la noche está preparando la magia de los niños, como con unas bolsitas pequeñas de plástico rellanadas con un líquido de distintos sabores, que al día siguiente se traducía en la ilusión de un niño. Ver como un frigorífico resiste a los 50 grados conservando en sí la magia de esos niños. Ver como buscan alternativas frente a las duras condiciones de vida, ver como eso una bolsita con un líquido “bisam” si no recuerdo mal la planta más apreciada de un beduino se transformaba en un sabor totalmente delicioso.
Estoy segura que habré probado mil helados a lo largo de mi vida, no lo niego de distintos sabores y texturas. Es más me declaro adicta a los helados, pero también reconozco que sigo buscando aquella sencillez, aquella magia casera del desierto, de los 50 grados de la escasez de sombra y abundancia de un sol abrasador, de ir corriendo descalza de un lado para otro, de buscar sombra donde no la hay con tal de llegar a la vecina y comprarme eso, ese “Polo”.
Hablo de esos y estos tiempos que la infancia en los campamentos de refugiados sigue traspasando mi imaginación, está claro que de ser emprendedores, ellos ganan con diferencia. Sacando de donde no hay, con el fin de hacer pasos de gigantes y afrontar esas condiciones de vida. El helado “Polo” sigue siendo la ilusión de muchos niños y me incluyo está claro.
Benda Lehbib Lebsir.
Qué recuerdos me trae tu artículo!! Gracias por sacarme una sonrisa leyendo tus entradas y remontarme a aquellos maravillosos momentos, llenos de una felicidad infinita. Cada vez que leo lo que escribes, me invade una nostalgia inmensa al recordar todo lo que describes . Un beso muy grande y nunca dejes de escribir para hacernos volver la memoria a esos años inolvidables.
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Gracias a ti por leerlo, un placer contarlo y compartirlo. La infancia de un niño Saharaui merece ser contada. Un besazo preciosa.
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Eres increible Benda y tus historias, me hacen sentirme en los campamentos por una vez mas, como si yo fuera una de vosotros.
SHUKRAN! 😘
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Wani bik preciosa. Es un deber, gracias guapa.
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