Los niños saharauis tras el VEP…

¿Por qué acoger a un niño Saharaui en verano? ¿Y por qué vienen esos niños? Muchas veces me lo he preguntado, y ¿si hubiéramos ido a otro país que no hubiera sido España, estaríamos hablando de las Vacaciones en Paz? ¿y si España no hubiera dejado tirados al Sahara y a los saharauis también estaríamos hablando de las Vacaciones en Paz?

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Me pongo en la piel de esos niños estos días que están pendientes de la foto de su pasaporte colectivo y me entra una felicidad inmensa. Su pasaporte colectivo consiste en algo tan sencillo como que te hacen una foto, que siempre salimos mal, yo al menos no tengo recuerdo de haber salido bien en ninguna, y que esa foto cuatro meses después te hará aterrizar en España. Es un contraste brutal, de la noche a la mañana y para el cual nos preparamos durante todo el curso.

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Ahora bien, siempre lo digo y desde aquí gracias, mil gracias por la labor social que hacéis las familias acogedoras, que atendéis a esos niños, que sacáis de vuestro tiempo, que les dedicáis lo mejor e intentáis hacer de su verano una experiencia inolvidable, gracias. Es una labor social interesante y con ella se crea un hilo invisible que conecta a aquellos que están destinados a encontrarse sin importar el momento, el lugar o las circunstancias, el hilo puede alargarse, o enredarse, pero nunca se romperá.

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Pero estos niños se van, se esfumó el verano y aterrizan en su rutina, en su exilio y entonces es cuando empieza nuestra labor, nuestra labor de embajadores de su causa de darles voz, de tirar de ellos cuando más nos necesitan. De estar que ya es suficiente. No hablo del estar económico, respeto que las circunstancias de cada familia son un mundo, pero sí el estar social, el hablar de ellos con quién sea y cuando sea… Es tenerlos presentes.
El verano es lo que es, dos meses dan de sí lo que nosotros les estiremos, pero toda una vida es cuestión de lo que queremos.
Insisto, la labor de acoger es una labor social interesante y necesaria sobre todo, es un vínculo que une dos culturas totalmente distintas, dos mundo totalmente opuestos, y desde aquí a todos esos valientes que acogen y se esfuerzan por mantener vivo ese vínculo, gracias.

Hay una causa, un pueblo, ese niño que tenemos en casa dos meses tiene una historia que contar al mundo, vive una injusticia y nosotros somos en quien deposita la confianza de resolver, de cambiar y sobre todo de corregir lo que en algún momento nosotros pudimos haber hecho mal, ¿paradójico verdad? Son niños Saharauis, son los embajadores de su causa en mi casa y yo de la suya en la mía.

«A mí el niño me lo enseñó todo. Me enseñó a mirar las cosas. Me reveló todo lo que hay en las flores. Me mostró cómo las piedras se ennoblecen cuando la gente las tiene en la mano y las mira despacio, me lo enseñó todo…» Alberto Caeiro.

Benda Lehbib Lebsir.

Imagenes: David Marquez Ramirez.

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